EL MILAGRO
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Nuestra Rosa María es un milagro viviente,
prueba de la FE inquebrantable de su madre.
Para quienes tienen la fe sencilla y pura de
nuestros campesinos no se trata de un milagro, es simplemente un hecho de la
vida, común y corriente como cientos de hechos que suceden día a día y que por
la naturaleza de quienes los reciben no son documentados, ni suficientemente
conocidos; pero testimonios de algunos se pueden apreciar en el portal de la
Iglesia que mencionamos en esta historia, donde múltiples placas de
agradecimiento dan fe de ocurrencias similares o mayores aún, que la que vamos
a relatar, pero que no son documentadas justamente por la fe natural con la que
los protagonistas las reciben. Si hace poco no hubiese participado en el fin de
esta historia, quizá ya la habría olvidado y no le habría dado la importancia
necesaria como para tener motivo de transcribirla y llevarla a la consideración
de quienes quieran darle alguna interpretación y/o la explicación más lógica
que la medida de su fe y su inteligencia les permita:
Don LEONARDO, radicado en Canaletas, a 50 Km de Tarija, un lugar al que accedí
con motivo de construir unos muros de contención de plataforma para el
recientemente creado Servicio Nacional de Caminos (SENAC); era un campesino
nacido en alguna parte de nuestro Chaco, con un porte imponente, una sonora
voz, un carácter mesurado y una mano para la guitarra como pocas he conocido;
casado con doña María, una mujer que no podía ocultar su ascendencia con mezcla
de sangre española, con ese ingenio típico en nuestra gente, una habilidad
excepcional para la cocina criolla y un espíritu de trabajo extraordinario;
muchas veces cuando visitaba el sitio de las obras, para hacer llegar la comida
al personal, dejaba sus ollas y sin ningún empacho tomaba la pala y
reemplazaba, en las faenas del vaciado al peón desplazado para comer: - “pa '
que no se enoje el Ingeniero”- solía decir. Las obras se desarrollaron durante
los meses de Septiembre, Octubre y Noviembre y a pesar del anuncio primaveral
que hacían los colibríes de la zona, sentíamos un frío verdaderamente polar, ya
que un clima invernal arrastrado desde la Antártida por los vientos del Sur
ingresaba rumbo a Tarija por el cañadón de Canaletas y en alguna ocasión
tuvimos hasta 18 días continuos con una neblina pesada y fría, que me obligaba
a portar en el bolsillo una pequeña petaca de vidrio con un mágico licor
reanimante, feroz enemigo del crudo clima reinante. Este clima habría de ser un
factor importante en la presente historia.
Nuestro campamento se ubicaba a unos 500 metros de la casa de nuestros amigos y
las carpas habían sido instaladas debajo de un grupo de durazneros de su
propiedad, que con su floración un poco tardía nos habían alegrado el ambiente.
Dn. Leonardo como todo buen campesino tenía una relación íntima con la
naturaleza y solía predecir con bastante exactitud las variaciones del clima,
aptitud que aprovechamos para adecuar nuestros vaciados de hormigón, que por
cierto eran casi continuos con objeto de avanzar rápido y terminar con las
obras antes del inicio de la temporada de lluvias, ya que como las mismas se
encontraban ubicadas en la margen derecha del río, nos preocupaba una eventual
crecida. Siempre se había dirigido a mi persona con el mayor respeto y
expresión de su aprecio era la designación con que me identificó: “Don Salo”,
la que rápidamente fue adoptada por mi personal para llamarme con ese apócope
por cualquier motivo; igualmente y en reciprocidad de mi parte lo llamaba “Don
Leo”.
Finalizando Noviembre las obras alcanzaron su fin y se iniciaron las lluvias
con bastante intensidad y frecuencia, aunque no había cedido del todo el clima
invernal; la mayoría de nuestro personal retornó a la ciudad, quedando
únicamente mi capataz y un mínimo necesario para rematar algunas terminaciones.
Cumplidos los trabajos de detalle procedimos con la entrega de obras, ceremonia
que por el carácter de la Institución se realizaba bajo condiciones especiales,
por lo que mi retorno se demoró un poco más. A esta entrega y como es norma
usual sucede el Periodo de Garantía, es decir transcurren 90 días durante los
cuales se verifica la calidad de las obras; cumplido dicho periodo y a
satisfacción del propietario se procede con la Recepción Definitiva. Con este
motivo en el curso del mes de marzo del año siguiente, retorné al sitio de la
construcción conjuntamente con los representantes respectivos, procediendo a la
verificación de lo realizado y con la aceptación de las obras, se firmaron los
documentos del caso con lo que los personeros encargados de la recepción,
retornaron a la ciudad.
Cumplido el objetivo principal, y disponiendo de tiempo suficiente, decidí
hacer una visita a Dn. Leo y Dña. María, para lo cual me dirigí hasta su casa.
Arribado a la misma, me extrañó el hecho de que a pesar del alboroto levantado
por los perros no se asomara nadie a la puerta como usualmente solía suceder,
por lo que tuve que llegar hasta ella y golpear fuertemente pensando que no
encontraría a nadie porque quizá se hallaban trabajando en su campo; grande fue
mi sorpresa cuando me atendió un Dn. Leo totalmente diferente al que había
conocido: avejentado por años adicionales que sólo puede añadir el sufrimiento,
casi encogido, con cierto desaliño personal que nunca antes había tenido, un
aspecto de vencido y con una voz apenas audible me invitó a pasar:
Pase, pase Dn. Salo bienvenido, Dios me lo manda pa ’ acompañarme; ayer se han
ido al pueblo el Marcos y el Sebastián, así que me he quedado solo.
Sabedor de la fiel compañía de su esposa, inmediatamente pregunté:
Cómo es que se ha quedado solo! Dónde anda Dña. María? -
Llevándome poco menos que a rastras me hizo llegar a unos cincuenta metros de
la casa y mostrándome un túmulo de tierra coronado por una prolija cruz de
madera, me dijo:
Aquí!, aquí está ella!
Pero Dn. Leo, qué ha pasado, no puedo creer lo que me dice.
Venga Dn. Salo a la casa, que le voy a contar cómo ha sido mi desgracia.
PRIMER RELATO DE Dn. LEO:
“Cuando ustedes terminaron su trabajo y se fueron a Tarija, nosotros los
extrañamos mucho, y por la mañana nos dábamos una vuelta por entre los
durazneros como si fuéramos a encontrarlos; estando en esas se me ocurrió que
podía irme a Tarija llevando algo de productos para vender y traer algunas
cosas para la casa ya que nos faltaban víveres y otras cosas, además se
acercaba la Navidad y el Sebastián se había ilusionado con una bicicleta.
Preparé los seis burros cargué dos con algo de maíz, uno con pelones y los tres
restantes con la mejores quirusillas que da la quebrada y es lo que más rápido
se vende en esta época; así emprendí el viaje, como usted sabe con los burros
es un día y medio, llegué a Tarija, vendí todo en un día y con una sombra en el
corazón me apuré a regresar; por eso no lo fui a visitar a su casa, pensando
que como se acerca la Navidad tendré que volver y dejé para entonces la visita.
El retorno lo hice más rápido que la ida, pero aún así y aunque el corazón me
apuraba no pude llegar a tiempo, en la bajada de la cuesta, me dio alcance el
Marquitos llorando y gritando : “mi mama se ha ido!” Yo pensé que quizá la
María se hubiera ido pa’ la ciudad en mi busca por alguna razón, pero cuando
llegué a la casa me contaron que el mismo día en que yo salí para Tarija, ella
se fue río abajo para llegar hasta donde Dn. Ignacio “pa’ conseguir un poco de
papa, cebolla y ver si tenía carne para preparar algo en la casa”; el día
lluvioso y muy frío, hizo que regresara toda empapada y temblando, a pesar de
que mis hijos prendieron fuego y trataron de calentar la pieza no lograron
hacer que se recupere de la mojazón, en la noche dice que ardía en fiebre y que
me llamaba a gritos “pa’ que la ayudara”, al día siguiente comenzó a apagarse
lentamente, hasta que pasado el mediodía se murió ; mis pobres hijos no sabían
qué hacer, así que uno de ellos se llegó a la casa de Dn. Ignacio para pedirle
ayuda, vino con su mujer y su hijo, haciéndose cargo de la situación ; su mujer
hizo que mis hijos se despidieran de su madre y rezaran por ella ; Dn. Ignacio
y su hijo cavaron el sitio donde está enterrada envuelta en el poncho nuevo que
me tejió. Como usted sabrá Dn. Salo la desesperación casi me vuelve loco, pero
como yo le pedí ayuda a quien la María tenía tanta fe: la Virgencita de
Chaguaya rogando que nos dé paz y apoyo; creo que fue Ella la que me hizo
comprender que debía sobreponerme y ocuparme de mis changuitos; por eso usted
me encuentra vivo, aunque debería decir medio vivo”.
Con el corazón encogido, rezamos ante la tumba, dejamos unas flores y en
silencio retornamos a la casa; luego de charlar un poco con los niños, prometí
volver a visitarlos en cuanto pudiera.
Somos hojas que el viento del destino arrastra en su caprichoso vaivén a sitios
insospechados; mi área de acción profesional se ubicó lejos de Canaletas y no
pude cumplir durante mucho tiempo la promesa hecha. Transcurrido algo más de un
año se me dio la oportunidad de poder hacer una visita a aquel viejo amigo.
Llegado a su casa apenas me aproximé salió a recibirme con una de sus típicas
sonrisas:
Bienvenido Dn. Salo, hace tiempo que lo esperaba, no hay que olvidarse de los
amigos.
Si estoy aquí Dn. Leo es porque no hay olvido, el tiempo ya no alcanza para
todas nuestras buenas intenciones.
Luego de las preguntas de rigor, se alegró mucho de que me hubiera casado y me
dijo:
Pídale a la Virgen que le permita disfrutar muchos años de la compañía de su
mujer, ya que la Mamita-Chaguaya es muy buena y veya usted como a mí me lo ha
permitido.
Estas palabras me sorprendieron mucho y en ese momento no pude captar su sentido,
lo primero que pensé fue que al no poder soportar la ausencia de Doña María se
habría casado de nuevo. Con mucha delicadeza le pedí una explicación y
nuevamente debo reproducir lo más fielmente posible el relato de Dn. Leo:
SEGUNDO RELATO DE Dn. LEO:
“Yo no podía creer que la María me había abandonado para siempre; todos los
días iba a visitarla y le llevaba alguna flor; cuando no había flores, le ponía
alguna cosa de su recuerdo, pero siempre algo, y sólo el ver los ojos tristes
de mis hijos me obligaba a tratar de ser mejor cada día, ya que el recuerdo de
que mi María no estaba a mi lado no me dejaba en ningún momento”.
“Llevando así una vida rutinaria, sin mayor atractivo casi por obligación de
vivir, llegó el día de su cumpleaños y me acordé que uno de los deseos de la
María era el de hacer una peregrinación a Chaguaya, cosa que no habíamos podido
realizar; pero como nos encontrábamos próximos a la fiesta, les dije a mis
hijos: Voy a cumplir con el peregrinaje al Santuario de la Virgen para pedirle
que nos dé resignación, paz y nos ayude a sobrellevar la ausencia de la María,
quien debe estar en su compañía; a ustedes les recomiendo que se porten con
juicio, se hagan cargo de la casa, del campo y de los animales hasta que yo
vuelva; le he pedido a Dn. Ignacio que se dé una vuelta por aquí para echar de
menos y ayudarles cuando sea necesario, mi ausencia será por lo menos de cuatro
días, ya que la ida va a ser por lo menos dos días y la vuelta será otros dos.
Acordado todo, emprendí el viaje con mi viejo poncho al hombro, mi faca al
cinto; mis ojotas charoleadas, tomé camino un día Viernes a fines de Agosto;
hasta Tarija se me hizo demasiado pesado siempre pensando en la ausencia de mi
compañera y que ese viaje debimos hacerlo juntos. Llegado a la ciudad, descansé
en la casa de mi sobrino y al día siguiente aunque pensaba madrugar, no me
dejaron salir hasta pasado el mediodía para unirme con la caravana de
peregrinos. Como yo estaba acostumbrado en el ir y venir desde mi casa a la
ciudad, a cualquier hora y conocer el camino aún en la oscuridad, no tuve la
precaución de llevar una linterna como lo hacen todos los caminantes al
Santuario. En la tarde y a la hora de salir los grupos mayores, inicié la
marcha y tal como me dijera mi sobrino la salida fue desde la misma orilla del
río Guadalquivir casi en columna continua, iba gente de toda laya: del campo y
de la ciudad, chicos y grandes, ricos y pobres todos entreverados y unidos por
la fe, hasta había un grupo formado por unos jóvenes cantores que llevaban una
guitarra, así que me uní a ellos, nos pusimos en marcha con fe, entusiasmo y
alegría; pero pronto se nos acabó la tarde y comenzó la noche oscura, nublada y
fría. La columna peregrina comenzó a romperse, los grupos se distanciaban según
la condición de cada uno, algunos se atrasaban por el cansancio, otros más
baquianos se adelantaban. El grupo con el que yo estaba viajando decidió parar
para descansar un poco, pero con la prisa que yo tenía, me fui adelantando solo
y seguí un camino que más o menos mostraba trilla. Como el frío apretaba me
puse el poncho, calculando que estaba cercana la medianoche y estimando que ya
había hecho medio recorrido, continué caminando, pero en cierto momento me di
cuenta de que un silencio profundo reinaba alrededor, cosa que no ocurría
cuando seguía dentro del conjunto de peregrinos, esta circunstancia me obligó a
reflexionar, me detuve a considerar la posibilidad de que me hubiera desviado
de la ruta a Chaguaya; busque un lugar y me senté a medir las posibilidades, teniendo
dos alternativas: una desandar parte del recorrido y otra seguir adelante hasta
encontrar alguna referencia que me permitiera incorporarme de nuevo a la
peregrinación retomando la ruta correcta hacia el Santuario; lo peor de todo,
era que no tenía una linterna para tratar de ver un poco alrededor en busca de
un punto que me permitiera orientarme hacia el camino correcto, o al menos para
encontrar una casa donde pedir señas sobre el camino; sólo sabía que estaba al
lado de una pequeña cumbre, que la oscuridad era completa, y que el perfume de
los churquis floridos hacía grata la situación; en el fondo se escuchaba un
ligero rumor de agua corriente, por lo que consideré que la proximidad del río
era cierta y que mi desvío no sería muy grande; sin preocuparme mucho decidí
volver atrás hasta encontrar el camino válido; cuando había tomado esa decisión
sentí pasos de alguien que se acercaba al lugar, curiosamente el ambiente
comenzó a clarear un poco como si se descubriera parcialmente la luna y
distinguí la silueta de una mujer alta vestida con blusa y pollera blancas,
cubierta con una manta oscura que parecía el cielo estrellado y que la
resaltaba aún más en la oscuridad de la noche; antes de que pudiera hablar, se
acercó y me dijo:
Seguro que te has apartado de los peregrinos y ahora no sabes cuál es el camino
a Chaguaya.
Así es, a ver si puedes indicarme como seguir.
“Ante esa pregunta le pedí que nos sentáramos y partiendo en dos un pan y un
pedazo de queso, la invité a escuchar mis penas, que usted Don Salo conoce muy
bien. Casi había terminado mi relato, cuando noté en su rostro una extraña
sonrisa muy familiar y que en ese momento no interpreté bien, pero que me llenó
de confianza y le dije:
Ahora que ya conoces mi motivo, por favor indícame cómo debo seguir.
Ves ese churqui? Cortá una rama florida.
Así lo hice con mi faca, y cuando retorné me dijo:
Para llegar donde la Virgen sólo debes seguir las indicaciones que te ha de
hacer la rama y no la pierdas, ya que te va acompañar durante toda tu vida como
lo habría hecho tu María”.
“En aquel momento la suave claridad desapareció y no pude ver ni encontrar a la
mujer con quien había hablado por más de una hora. No comprendía cómo una rama
de árbol podía darme indicaciones para hallar el camino de los peregrinos, pero
en cuanto me levanté y comencé a caminar, tuve la explicación: cada una de las
flores emitía una suave luz amarilla que iluminaba el camino mientras me
encontraba en la dirección correcta, pero apenas me desviaba un poco de la
senda se apagaban; así que tuve realmente un guía permanente que me llevó por
un camino poco transitado hasta llegar a la puerta del Santuario; apenas había
entrado a la Iglesia cuando ésta se llenó con la suave fragancia de la flor de
churqui, inmediatamente sentí una paz interior que me permitía percibir la
presencia de María a mi lado, como si me hubiera acompañado durante todo el
viaje”.
“Luego de escuchar misa, hacerme “pisar” con la Virgen, dejar limosna y recibir
la bendición, envolví cuidadosamente mi rama en el poncho, al que me lo eché al
hombro para emprender la vuelta caminando rápido y directamente hasta
Canaletas, sin parar en la ciudad, ya que estaba deseoso de llegar a mi casa y
contar a mis hijos lo ocurrido, sintiendo una alegría inexplicable en el
corazón. A ellos les pareció la cosa muy natural todo el suceso, trayéndoles
gran alegría las flores ya que cada vez que yo o mis hijos echamos de menos a
su madre, nos acercamos a la rama florida, mencionamos el nombre de María, o
hacemos alguna referencia a ella e inmediatamente el ambiente se llena del
suave perfume que cura los dolores del alma”.
Luego de escuchar éste relato no quedé muy
convencido, ya que nos encontrábamos en pleno mes de Mayo y para esa época los
churquis tienen “choloncas”, ya no tienen flores; así que le dije: ‘‘Dn. Leo,
veamos su rama florida”, con mucho cuidado y cariño abrió una cajita de madera
trabajada y tallada por sus manos y sacó de ella una rama de unos veinte
centímetros de largo, en la que brillaban unos diez o doce capullos amarillos
de flor de churqui de un tamaño mayor al corriente y con un aspecto como si
recién hubiesen florecido; realmente causaba admiración la frescura y el
aspecto general de la rama, con mayor razón porque no podía atribuirse el hecho
de haber sido cortada recientemente, ya que en el cañadón de Canaletas casi no
hay churquis y menos aún floridos en esa época. Mientras tenía la rama en mis
manos, comenzamos a hablar de todo un poco y en un determinado momento hice
mención a Dña. María, inmediatamente el ambiente se llenó con el aroma suave,
tan agradable y peculiar de la flor de Churqui, que realmente impartía una
sensación de paz extraordinaria que sólo podía existir en el Edén; esto me
sorprendió mucho ya que hasta ese momento había aceptado parcialmente el relato
de Dn. Leo, pero ahora no me quedaba ninguna duda de estar en presencia de algo
excepcional; sin embargo para él y sus hijos con su forma sencilla de ver las
cosas no parecía tener mayor trascendencia, consideraban natural todo lo que
ocurría y era simplemente la compañía y presencia intangible de la madre.
Inclusive estando allí sentados, llegó Sebastián, uno de los hijos quien al
verme con la rama en mis manos dijo: “que bien, el Ingeniero ha venido a
saludar a mi mamá” inmediatamente la habitación se llenó de nuevo con la
fragancia mencionada. Ya anocheciendo retorné a la ciudad impresionado por los
hechos.
Hasta aquí el relato de lo ocurrido hace más de treinta años. Ahora la historia
se completa con lo insólito: como dije antes el destino que juega con nosotros,
me llevó por otras esferas y mi vida tomó un rumbo diferente de manera que
durante los muchos años siguientes estuve prácticamente alejado de toda
posibilidad de ver a Dn. Leo y sus hijos; y los acontecimientos que acabo de
relatar simplemente se adormecieron en la memoria y así habrían quedado, si no
sucede una de esas raras casualidades con que nos sorprende la vida. Ocupando
un alto cargo en una empresa del Estado, realizaba un recorrido que debería
culminar en una reunión con un grupo campesino que se encontraba bajo la
influencia de nuestro trabajo y la misma se llevó a cabo en la Escuela Rural
del lugar; allí uno de los principales dirigentes se dirigió a mi persona con
particular afecto y respeto, indicando que en su calidad de representante y
Abogado de los campesinos estaba autorizado para sostener todas las
negociaciones pertinentes con el suficiente poder de decisión otorgado por sus
representados. Las negociaciones se iniciaron de inmediato y creo que nunca se
resolvieron problemas tan delicados en forma más simple y llana como aquella
vez, donde la buena voluntad de las partes permitió un acuerdo equitativo para
ambos. Concluidos los entendimientos y elaborados los documentos del caso en el
momento de poner los nombres para la firma del convenio, el Abogado me
manifestó: “usted no me ha reconocido Dn. Salo, yo soy Sebastián, hijo de Dn.
Leo de Canaletas y hace muchísimos años que tengo deseo de hablar con usted”.
Inmediatamente volvieron a mi memoria los hechos que ya he relatado; concluidas
las negociaciones nos reunimos en mi oficina y comenzaron las preguntas,
primero sobre su padre, quien luego de una vida plena de paz y con una
prosperidad inexplicable había fallecido el año anterior, siempre trabajando y
obteniendo las mejores cosechas en su campo, el que nunca fue afectado por
fenómenos naturales, los que muchas veces asolaban los campos vecinos, pero
respetando el campo de ellos; aprovechando estas circunstancias, Dn. Leo había
enviado a sus hijos a la Universidad llegando ambos a profesionalizarse:
Sebastián ya lo dije Abogado y Marcos: Médico, ejerciendo éste en un área rural
del Departamento de Chuquisaca, ambos en desarrollo de labor social, muy
satisfechos con los resultados de su trabajo y particularmente con la vida que
llevaban; casados con buenas mujeres, cada uno con dos hijos cursando los
últimos años del nivel medio, con aspiraciones de llegar a ser buenos
profesionales como sus padres.
Luego vino la pregunta de rigor: y...¿la rama de Churqui?
RELATO DE SEBASTIÁN :
“La rama de Churqui, se mantuvo viva y florida durante todos esos años y
siempre ha derramado su perfume cuando mencionábamos a mamá repartiendo paz y
resignación a todos los presentes, incluso a personas extrañas cuando los
afectaba la adversidad, de esa manera su ausencia se nos hizo liviana ya que
sabíamos que su perfume era la presencia viva de nuestra madre. Mi padre se ponía
cada vez más viejo pero no aflojaba en el trabajo y nos mandó a estudiar
habiéndose quedado prácticamente solo en la casa de Canaletas; él siempre decía
que estaba bien acompañado por el perfume de su María, que le daba fuerza y
valor, así que no nos preocupáramos por él”.
“Hace un año mi padre comenzó a declinar y nos dijo que pronto ya no estaría
con nosotros, pero que había sido feliz y sentía cumplida su misión en la vida;
sus hijos ya eran profesionales y trabajaban bien; muchas veces yo y mi esposa
intentamos traerlo a vivir con nosotros en la ciudad, pero siempre fue en vano,
salvo alguna ocasional visita que nos hizo, no quiso dejar su casa en
Canaletas, porque decía: “a mi María no puedo dejarla abandonada”.
“En el mes de Marzo del año pasado me hizo llamar con urgencia, cuando llegué a
la casa lo encontré desmejorado, razón por la cual hice venir a Marcos, quien
llegó un viernes por la tarde y luego de revisar a papá me dijo: - no le
encuentro nada fuera de lo que es corriente a su edad, creo que con un poco de
reposo en unos días va a estar bien; así que, como he dejado mucho trabajo
pendiente, mañana debo regresar al hospital”.
“Al día siguiente amanecimos con un sol radiante, fui a buscar a papá y lo
encontré con una expresión de tranquilidad y paz poco común, pero cuando
intenté despertarlo recién me di cuenta de que se había reunido con quien amó
tanto. Hicimos todos los preparativos para enterrarlo junto a mamá. En
cumplimiento de lo que él nos había pedido unos días antes: lo envolvimos en su
poncho viajero y fuimos a buscar la ramita de Churqui para que lo “guiara” en
el viaje sin retorno que iba a emprender; pero nos encontramos con que en la
cajita había tan solo un poco de polvillo color café en el que se habían
desintegrado rama y flores, la misma que el día anterior habíamos tenido en
nuestras manos entre Marcos, papá y yo, habiendo aspirado varias veces el aroma
de sus flores. De todos modos acordamos esparcir ese polvo en el poncho y lo
enterramos con la asistencia de todos los que lo conocieron en la vecindad
“Marcos regresó a su trabajo, yo me quedé a disponer de los pocos bienes que
dejó mi padre, y encomendé a Dn. Ignacio que me buscase un interesado en el
campo para que se hiciera cargo de él; ello me llevó casi quince días; cuando fui
a despedirme de mis padres, tuve una nueva sorpresa, entre las dos tumbas se
había desarrollado un churqui que ya medía más o menos un metro y medio con un
tronco de pie robusto, que no sé porque acción natural extraordinaria se había
desarrollado tan rápidamente, pero que me obligó a pensar, que ninguna planta
desarrolla más de un metro en quince días”.
CONCLUSIÓN
Estos son los hechos que he conocido y compartido en parte, simplemente los
transcribo para que ustedes, también los conozcan y luego de analizarlos,
fortalezcan su fe en Dios ya que lo relatado da testimonio suficiente de su
poder y bondad, pero como dije antes, para esos humildes campesinos los hechos
han sido simplemente comunes y corrientes y no tienen ningún carácter
extraordinario como el que nosotros les podemos asignar; sin embargo, me he
permitido evaluar todo lo ocurrido a la luz de la razón pura; pero también debo
reconocer que yo tampoco soy poseedor de esa fe sencilla como la de los
protagonistas, sino de una fe sólida, basada en la lógica científica, que el
estudio de los números y el conocimiento de inmutables leyes físicas y
naturales, y más la experiencia asimilada en la escuela de la vida, me han
dado; es por ello, que luego de meditar mucho sobre estos sucesos, de
estudiarlos con el criterio del análisis racional y de tratar de encontrarles
una explicación mediante la aplicación de las leyes científicas que tengo en mi
modesto conocimiento, con el objeto de llegar a una conclusión lógica que
explique y/o justifique los fenómenos que emanaban de una simple rama de
Churqui: tales como que ilumine el camino del peregrino para fijar su rumbo,
luego se mantenga viva, fresca y florida por treinta y cinco años sin necesitar
nada para ello, que participe de la presencia de las personas y a la simple
convocatoria de una mujer que no existe desde ese mismo largo periodo de
tiempo, derrame sobre los presentes su perfume de paz y amor y finalmente como
culminación de los hechos, en un determinado momento del reloj de la vida, como
si hubiese cumplido una específica misión, se desintegra y desaparece.
Este análisis me ha permitido llegar a las siguientes conclusiones:
Que todo lo acontecido, no se ajusta dentro de los cánones de ninguna ley
física.
Que no coincide con ninguna reacción química conocida.
Que no existen procedimientos agronómicos para obtener similar resultado.
Que no tiene explicación científica, dentro del conocimiento de la ciencia
actual.
Que no corresponde con ninguno de los fenómenos naturales comunes y corrientes
de nuestra vida diaria.
Que no hay noticias de ocurrencia similar, registrada hasta la fecha.
Por lo analizado y expuesto en este relato, creo que todo lo que no he podido
explicar en forma lógica, es el resultado de la simple decisión de la Voluntad
Suprema que puede disponer a su libre arbitrio de todas las Leyes Universales y
hacer concesiones extraordinarias, como una benévola respuesta a la
demostración de una fe inquebrantable en el poder de Dios y como premio al amor
ejemplar de una familia. Por lo que, desde mi punto de vista personal,
justifico plenamente el título que originalmente he dado a este relato: EL
MILAGRO.
TARIJA, Diciembre de 1999.
Ing. Salomón Casal
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