LA FUNDACIÓN Y EL NOMBRE DE TARIJA
8:36 a. m.
Tarija
fue fundada por don Luis de Fuentes y Vargas, en forma oficial, en el año 1574.
Pero, Tarija era conocida de mucho antes como una pascana para los arrieros que
hacían el comercio y transporte entre San Miguel del Tucumán; la Villa Imperial
y Charcas; y, entre estas provincias y capitanías y la Asunción del Paraguay.
La belleza de sus vegas y la fertilidad de sus tierras eran comentadas por
arrieros y viajantes en sus lugares de destino. El río majestuoso que se
cimbraba, en el paisaje del valle, era su jardinero ancestral que regaba con
agua y caricias la flora formidable del lugar para que los que vinieran
cosecharan perfumes y colores en alegre sinfonía.
...Agua fresca, pasto verde y una arboleda interminable casi infinita, hacían
del lugar un vergel para que el viajero se apeara a pasar la noche; los días y
las semanas, hasta que su recua se restableciera de la larga caminata desde los
páramos altiplánicos, en los que fuerzas y peso mermaban con el viento y el
frío en cabalgaduras y caballeros.
Los cronistas relatan que los arrieros en su constante trashumar entre las
provincias del Plata y el Alto Perú, a su paso por las vegas del “Río Grande”,
dejaban en la pascana semillas de naranjas, pepas de duraznos y picanas hechas
de caña brava asperjando, aparte, algunas gotas de perfume de violetas y
jazmines a manera de agradecimiento a la tierra que los cobijó. Se admiraban al
regresar al mismo lugar después de muchos años, de los bosques de naranjos, de
los inmensos huertos naturales de durazneros, de los interminables cañaverales
y de los jardines de violetas y jazmines. ¡Cómo sería de fértil nuestro hermoso
valle!...
Los roperos florecían y los aparadores se multiplicaban en miles de mesas de
luz. Esto último ya no dicen los cronistas, pero podría afirmarlo yo.
Desde la cuesta de Sama el valle de Tarija aparecía ante la vista de los
cansados caminantes como un maravilloso espejismo que se reflejaba en sus ojos.
El que viajaba por vez primera, se restregaba los párpados una y mil veces para
alejar de sus pupilas la irrealidad de tanta belleza y retornar al viento,
polvo y paja de las alturas. Pero, he ahí, que después de aclarar la vista se
descolgaban voraces a empaparse de belleza, perfume y quietud; a entregarse a
las caricias del manso río bebiendo a sorbos oladas de agua cristalina.
De todo esto sabían los oidores de la Real Audiencia de Charcas y sabían los
virreyes y sabía el Rey de España, es así que se resuelve fundar una “Villa”
como enlace entre las provincias del Atlántico con las del Pacífico.
Toca al virrey Francisco de Toledo la iniciativa de la fundación, y cumplir la
orden a don Luis de Fuentes y Vargas. De esta manera, la vega maravillosa,
paraíso de los Tomatas, ambición de los Chiriguanos y constante pretensión de
los Quechuas, se cubre a partir del 4 de Julio de 1574 con el rótulo de “Villa
de San Bernardo de la Frontera”.
La loma de “San Juan”, atalaya de la verde espesura y admiradora eterna de los
requiebros del “Río Grande”, sirve de base para el levantamiento de las
primeras construcciones: la capilla, el Cabildo y algunas casas que
constituirían el vecindario.
Mas, al pasar los años, casi por gravedad, el vecindario con su ayuntamiento se
fueron deslizando a la zona plana, quedando la capilla de San Juan como sereno
testigo de que algún día y en ese lugar se fundó una “Villa”...
A don Luis de Fuentes y Vargas se le dio el título rimbombante de “Poblador y
Repartidor de Tierras”; “Teniente de Capitán General y de Justicia Mayor” para
que realizara la gran hazaña de rotular un valle ya conocido, con el único y
gran peligro de contagiarse de la dulce calma del ambiente y quedarse toda una
vida sin hacer nada.
Muchos historiadores, chimenteros cuentistas y estudiosos a través de sus
escritos, han tratado de ensalzar la figura de don Luis de Fuentes como la
figura de un hombre egregio, valiente y atrevido. Unos lo hacen alto, rubio y
de atrayente esbeltez, otros, de oscura cabellera, tez color mate y de
aterciopelada barba de ébano. Los más lo pintan como el valeroso capitán de
distinguida prosapia, tostado por mil soles y curtido en mil distintas batallas
y, de una estampa respetable... Si tuviéramos que juzgar el físico de don Luis
por el monumento que le hicieron los miembros de un club de esta ciudad en la
plaza de su nombre, tendríamos que decir que don Luis de Fuentes y Vargas era
un esmirriado capitán, casi por pasar a la jubilación. Sometido a toda suerte
de austeridades, era tan flaco y tan feo que pocos fueron los que quisieron
venir con él y menos los que se quedaron.
Esa es la impresión que da el busto de don Luis, cabalgado en un “biporte”,
modelado seguramente por artistas rencorosos que no le perdonaron jamás, al
“fundador”, algún desaire a algunas de sus tatarabuelas.
No podemos desconocerle méritos a don Luis de Fuentes: era hombre de ingenio,
pues a manera de vacación en un valle florido, se funda una ciudad y lega su
nombre a la plaza principal donde su busto coopera a las madres a guardar la
disciplina de su prole.
Como Repartidor de Tierras, don Luis lo hizo mejor que la Reforma Agraria, pues
no dejó a nadie sin su hermoso tapial; reservándose los mejores para sí. Como
“Poblador” fue un fracaso, se nota que el caballero ya no estaba en edad porque
después de cuatrocientos años de fundada la “Villa” sólo tenemos veintisiete mil
habitantes, con gran favor de los censistas y, ni “Fuentes” ni “Vargas” se
encuentran en abundancia por estos lares.
¿Cómo habría sido esta villa si don Luis se hubiera traído un solo Castellanos
o un solo Ruiz? Tal vez ya seríamos una República llamada Castellanoslandia o
Ruizelandia, o tal vez, en un convenio interfamiliar, se habría llamado
Castelruizlandia.
Lo cierto es que el Virrey Toledo, sabiendo de las debilidades de su gente,
junto a don Luis de Fuentes mandó a cincuenta ilustres varones, todos de
fortuna; y de refuerzo, a varios curas de diferentes edades, ninguno cuarentón.
De esta manera, quien más y quien menos en Tarija se encuentra santificado por
su seráfico ancestro...
¡Oh Tarija!, se ha hecho toda una ciencia averiguar el origen de su nombre.
Grandes cráneos han consagrado su vida y su testa a desentrañar los misterios
de un nombre tan original, que siendo eufónico no entraña ningún significado,
es simplemente un nombre...
No es problema deducir el origen del nombre de la ciudad de La Paz, Cochabamba,
Oruro, o Santa Cruz. Sabido es que La Paz se llama así por sus “pacíficas”
revoluciones que despachan en “paz” a muchas almas a mejor gobierno; que
Cochabamba deriva su nombre del quechua “Kocha” laguna turbia y “pampa”, lugar
plano; Oruro deriva del grupo étnico “Uros”; Santa Cruz porque así se le vino
en gana a don Ñuflo de Chávez; Charcas, por los indios del mismo nombre, y,
Potosí... etc., etc., pero Tarija de dónde deriva? ...
Los estudiosos se dividen en dos escuelas que luchan encarnizadamente entre sí
para imponer su tesis. La una sostiene que el nombre de Tarija deriva de don
Francisco de Tarifa, descubridor del Valle, y luego se sustituye la “F” por la
“J” y queda establecido el nombre de TARIJA.
La otra escuela sostiene que el nombre de TARIJA es una derivación de la
palabra chiriguana “Taraí” o “Tararí” que quiere decir “Tierra Plana” y, por
comodidad del lenguaje fue derivado a “Tarixa” y luego por modernización del
idioma se sustituye la “x” por la “j” quedando TARIJA.
Pero la teoría más aceptada, es decir, si la acepta el lector, es que el nombre
de nuestro bello valle sale de una ardiente discusión entre tuertos, zencas,
sordos y tartamudos.
Ocurre que allí por el año 1592 (para decir una cifra) el vecindario de la
“Villa de San Bernardo de la Frontera” cansado de que se lo tenga en menos y
queriendo pasar a la categoría de “ciudad” (porque la noche anterior había
nacido un habitante más), resolvió convocar a1 Cabildo para cancelar
definitivamente la condición de “Villa” y constituirse en “ciudad”, pero he
aquí que tropieza con el inconveniente del nombre. Llamarla “Ciudad de San
Bernardo de la Frontera” resultaba muy largo y la impresión de papel membretado
le salía onerosa al Cabildo. Había que pensar un nombre, un nombre adecuado y
corto...
Se reunió el Cabildo compuesto de un Alcalde Ordinario, que tenía un labio
leporino (zenca), el Alguacil Mayor, que era sordo, el Procurador general, que
era tuerto, el escribano que era zurdo y los tres regidores que además de ser
alegres y espirituosos, uno de ellos era tartamudo. En la Sala Capitular
ubicada en la planta alta del Cabildo, con las ventanas abiertas a la plaza
mayor y sintiendo el apetitoso aroma a empanada frita, se instala la sesión. En
la testera de la gran mesa de nogal, estaba perdido en su curul tapizado con
cuero de potro el Alguacil Mayor que era sordo, a su diestra estaba el Alcalde
Ordinario que era “zenca”, a la siniestra el procurador General que era tuerto,
a su lado el escribano que era zurdo y a los extremos los Regidores, iluminados
con un buen vino de la “Angostura”. Numeroso público rodeaba la sala, unos
pocos sentados en tres bancas de madera de roble, otros apoyados en las paredes
blanqueadas y el grueso del vecindario en la plaza principal, que también era la
“recova”, comiendo empanadas, frutas y tomando aloja de maní.
Se dejan oír las palabras majestuosas y sonoras del Alguacil Mayor: “Henos
aquí, reunidos por la gracia de Dios en Cabildo para decidir si seguimos
sometidos en la condición de “Villa” o afloramos a la condición de “ciudad”, si
el caso es el segundo, entonces, es dable pedir al Altísimo nos ilumine para
idear un nombre que haga honor a estas vegas nimbadas de belleza, de quietud y
de aromas... (eran las empanadas fritas) A Vuestra Merced en primera instancia
concedo la palabra, he dicho...
El Alcalde Ordinario dirigiéndose al Procurador General, le dice: “Informe
Vuestra Señoría el número de habitantes que tiene el vecindario. Responde: Con
vuestra licencia para hablar, me permito informar que con el hijo de la comadre
Juana nacido el día de ayer, estamos en número más que suficiente para
constituirnos en “ciudad”. Es cuanto informo a Vuestra Merced en honor a la
verdad y para alegría de mi merituada comadre...
Con el informe que antecede, sugiero a Vuestra Excelencia declarar a esta
“Villa” convertida en “ciudad”... ¡Declarada! y tome razón el Escribano. Ahora
me permito sugerir un nombre, dice el Regidor tartamudo en un interminable y
exasperante seseo, que se llame “ciudad de la Purísima Concepción del valle de
don Francisco de Tarifa”. El segundo Regidor interrumpe diciendo: No muy cortón
el nombre, verdad ¿será que mi colega estira demasiado las sílabas?, lo de
“Tarifa” me parece justo, que dicen los demás?
El Alguacil Mayor sólo escucha la palabra “Tarifa” que le parece bien, el
Alcalde Ordinario de labio leporino repite en voz alta “Tarifa” pronunciada a
su manera “TA-RI-JA”, porque el labio no le permite pronunciar la “F”
sustituyéndola de esta manera con la “J”. El escribano toma la pronunciación
del Alcalde Ordinario y anota en e1 libro de actas. El Procurador General que
era tuerto, no mira el nombre escrito con error por el Escribano zurdo, dándolo
por bueno; y de esta manera, el Alcalde Ordinario con permiso del Alguacil
Mayor sale a los ventanales que daban a la plaza mayor y recova para anunciar
al pueblo el nuevo nombre de la ciudad. El ilustre leporino concluye su anuncio
diciendo “Viva Tarija” y el pueblo también repite “Viva Tarija”. Se levanta la
sesión y el Alguacil Mayor y los demás miembros del Cabildo firman y rubricad
el acta y así queda sellado el nombre de Tarija con jota en lugar de la efe...
Claro que ésta no es más que una teoría en base a crónicas imaginarias y
también a sesudos estudios de una historia costosa de inventar, pero posible;
y, que puede ser tan discutida como las demás tesis, hipótesis y teorías.
Total, esta es la mía y quien quiera aceptarla que la acepte y e1 que no que
invente la suya.
Escuelas históricas hay muchas y cada cual se alinea a la que más le gusta. Lo
cierto es que de cualquier manera nuestro bello valle se llama TARIJA y
constituye el marco del característico buen humor tarijeño.
(…)
SUBDESARROLLO Y FELICIDAD.
Estampas humorísticas de Tarija.
3ª Edic. Biblioteca Popular Boliviana de “Última Hora”.
La Paz, 1980.
Willian Bluske Castellanos
2 comentarios
Es una deformación del Quechua, TARISKA como lo es, TITIKAKA (Thiti=Isla K'ak'a=Roca/Peña), COPACABANA (Kh'opaj=LAGO Kh'awana=MIRADOR,PILCOMAYO (Philcu=ROJO Mayuj=RIO), y otros topónimos quechuas de rios, montes y lugares que aun hoy existe en TARIJA.
ResponderEliminarEl cual dijo uno de los nativos Chichas que ya hablaban el Kh'eshua(Quichua) que trajo Luis de Fuentes... que traducido seria, YA LLEGAMOS.
Khota Kawana (Mirador del Lago).
ResponderEliminarhttps://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Tito_Yupanqui